El cuerpo de nuestras conversaciones
El titulo de esta reflexión suena un tanto extraño, ¿tienen cuerpo nuestras conversaciones? Claro que sí.
Cuando tratamos de diseñar y tener conversaciones que sean de alto rendimiento, lo que estamos diciendo es que cumplan con dos requisitos fundamentales: que sean efectivas y que generen bienestar o como dicen en San José de Calasanz que sean afectivas y efectivas (me gusta este término). En esta afectividad y efectividad intervienen diferentes elementos; por un lado el lenguaje que utilizo, la escucha que práctico, las declaraciones y los juicios que emito, las promesas que hago, el flujo emocional que soy capaz de mantener y también el cuerpo que me acompaña cuando estoy en la conversación.
Cada persona tiene una huella corporal que es única y le identifica en sus movimientos. Veamos qué cinco movimientos corporales existen y que están asociados a energías que nos predisponen a determinadas acciones y a su vez, se asocian a elementos de la naturaleza.
Por un lado estamos hablando de una energía que nos lleva a la acción, nos predispone a actuar con determinación, de manera expansiva, competitiva. El cuerpo está echado hacia adelante, la mirada está enfocada hacia el futuro. Esta corporalidad está asociada al fuego.
Identificamos otra corporalidad relacionada con la flexibilidad, con el elemento del aire, se trata de una energía que me lleva a soñar, a crear, a la liviandad, a relativizar lo que pasa y pienso. EL cuerpo tiende hacia el cielo, las manos tienden a moverse hacia arriba, los pies no pisan de todo el suelo.
Una tercera identificación es el cuerpo relacionado con la estabilidad, con la toma de decisiones, con la territorialidad, con poner límites, persistentes. El elemento de la naturaleza que acompaña a esta corporalidad es la tierra. La mirada es hacia abajo, con cierta gravedad.
La cuarta disposición corporal es la apertura, es el cuerpo de la escucha, del trabajo cooperativo, la amistosa, de la búsqueda incesante de armonía. Le acompaña el elemento del agua y su movimiento es hacia atrás, el peso del cuerpo sobre los talones, los brazos redondeados y una mirada de ternura y dulzura.
Y el quinto es el centro, es el lugar desde el que parten los otros movimientos y al que vuelve el cuerpo a prepararse para el siguiente desplazamiento. Es el espacio de la serenidad, de la respiración profunda, del equilibrio que se alcanza a través del mindufullnes.
Todas estas disposiciones son necesarias para la efectividad y afectividad de nuestras conversaciones; tener la valentía de hablar, la apertura para escuchar, la flexibilidad para no quedarme pegada a una idea y la eficiencia para concretar y llevar adelante los acuerdos tomados.
¿Qué cuerpos tienen tus conversaciones? ¿Te atreves a explorar y aprender?