Incertidumbre

La incertidumbre. La falta de certezas, de caminos claramente delimitados o guías nítidas.

En estos tiempos que nos está tocando vivir pareciera que se nos ha venido encima una pesada losa en forma de incertidumbre. No dejamos de oír frases como: ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuándo va a acabar esto? Queremos volver a la normalidad…

El miedo y la agresividad están apareciendo en formas nada sutiles como fruto de esta incertidumbre sobrevenida con la COVID19.

Pero… ¿en qué momento se nos ha olvidado que nada es cierto en relación al futuro? ¿Qué, por más que nos empeñemos, nunca hemos sido capaces de controlar lo que nos sucede? ¿Cuándo nos hemos creído dioses que controlan el destino, el tiempo y la Naturaleza?

Trabajamos habitualmente con muchas personas que hablan del deseo de control. Control de las emociones, control de los resultados, control de la vida…

A lo largo de este tiempo, nuestros esfuerzos han ido dirigidos a que cada persona restaure lo que los psicólogos llaman locus de control interno[1], aceptando que, como dice Seneca, el futuro es dudoso y la única brújula fiable de la que disponemos somos nosotros mismos.

Asentarnos firmemente sobre la certeza profunda de que esta vida, pese al dolor, los problemas, las alegrías, los éxitos, pese a todo, es la vida que tenemos, que es maravillosa y merece la pena ser vivida.

Hoy cerramos esta entrada con una frase de Daniel Taroppio, Lo que viene conviene.

Aunque andamos, todavía, intentando descubrir en qué nos conviene todo esto.

[1]  Percepción del sujeto que los eventos ocurren principalmente como efecto de sus propias acciones, es decir la percepción que él mismo controla su vida. Tal persona valora positivamente el esfuerzo, la habilidad y responsabilidad personal.

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