La forma en la que vemos las cosas
Estamos viviendo tiempos extraños que nos traen situaciones paradójicas y de una brutalidad sobrecogedora.
Ya hemos hecho referencia al confinamiento y hoy nos gustaría echar una mirada hacia el fenómeno del racismo.
El racismo, además de un fenómeno social y económico pone de manifiesto muchos de los principios sobre los que se asienta el pensamiento occidental.
El origen de estos principios se sitúa en la antigua Grecia. Nos referimos a la visión metafísica que, entre otras cosas, plantea que existe una verdad absoluta y que la forma en la que vemos las cosas es como las cosas son.
Desde este postulado pareciera que se nos otorga un derecho sobre la persona que ve la realidad de forma distinta y nos permite usar el concepto de “verdad” como una coartada para descalificar, anular e incluso aniquilar al otro.
Este pensamiento metafísico es el que hace que desde más de veinte siglos tratemos a los demás desde nuestra mirada, intentando imponer nuestra forma de ver el mundo y al que no se adapte, en el mejor de los casos lo condenamos al ostracismo. Lo hemos hecho con los negros, con los indígenas americanos, con los aborígenes australianos, hasta con la propia Naturaleza.
Rafael Echeverría nos plantea en su libro “Ontología del Lenguaje” que la importancia de la noción del observador[1] no reside tanto en su rigor conceptual, sino que nos permite avanzar hacia modalidades de convivencia distintas, establece una ética en las relaciones diferente, que nos permite tratar al disidente, al que ve las cosas distintas, de otra manera, sin negarle la legitimidad de lo que plantea.
Recogemos esta idea tan poderosa e intentamos trasladarla a la parcela de la realidad en la que incidimos con nuestro trabajo, las organizaciones y equipos.
¿Cuánto de “nuestra verdad” estamos imponiendo a las personas? ¿Cuántas veces oímos frases como: “las cosas son así” y a continuación, “o lo tomas o lo dejas”? ¿con qué comportamientos de imposición, anulación o aniquilación estamos conviviendo a diario en nuestras organizaciones? Porque esos son los comportamientos que surgen de esta forma de ver el mundo, como si nuestra manera de ver las cosas fueran la verdad.
Únicamente comprendiendo y aceptando la legitimidad de la otra persona como observadora diferente, con formas y posibilidades de acción diversas, desarrollaremos el respeto como valor supremo de nuestro estilo de liderazgo, generando en nuestras organizaciones, espacios de convivencia y desarrollo verdaderamente humanos.
[1] La noción del Observador plantea que todos somos un tipo de observador particular, que vemos las cosas de acuerdo con como somos, no de acuerdo con cómo son.